Érase una vez un hombre de ciudad que paseando por el campo se encontró con un pastor. Para iniciar una conversación con él, lo saludó y le interpeló:
– ¿Qué tiempo cree que tendremos hoy, buen hombre?
El pastor le contestó:
– El tiempo que yo quiero.
– El tiempo que yo quiero.
El individuo se quedó sorprendido por la respuesta y le inquirió:
– ¿Y como está tan seguro que hará el tiempo que quiere?
– ¿Y como está tan seguro que hará el tiempo que quiere?
Entonces, el pastor le explicó:
– Cuando me di cuenta que no siempre puedo tener lo que quiero, aprendí una cosa que siempre me ha sido muy útil: ¡Querer siempre lo que tengo!
– Cuando me di cuenta que no siempre puedo tener lo que quiero, aprendí una cosa que siempre me ha sido muy útil: ¡Querer siempre lo que tengo!
– Por eso estoy tan seguro que hará el tiempo que yo quiero.
Si queremos siempre lo que tenemos, tendremos siempre lo que queremos.